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ANTONIO  PESTANA

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Hasta finales de la década de los 70 del siglo XX, el campo español gozaba de cierta tranquilidad y calidad. Como mucho, había un coche por familia. Coches de escasa potencia y que no alcanzaban mucha velocidad, entre otras cosas porque las carreteras no lo permitían. Los campos se trataban con abono natural y los pesticidas estaban ausentes. El cereal era de ciclo largo en su maduración, se recolectaba en julio/agosto y se hacía a mano.
No había viaje que se hiciese de noche donde no viéramos algunas lechuzas sobre los postes telegráficos o señales de tráfico.
Hoy, hay dos o tres coches por familia. Éstos alcanzan velocidades de vértigo en carreteras que permiten hacerlo. El cereal es de ciclo corto de maduración y es recogido por gigantescas cosechadoras en plena época de cría de aves. Además, pesticidas y abonos industriales riegan nuestros campos.
En un viaje nocturno hoy, podemos estar seguros que no nos vamos a encontrar con ninguna lechuza y si lo hiciéramos, sería casi más difícil que encontrarnos con un mirlo blanco.
A todo esto, tendríamos que añadir la perdida de lugares para establecerse y  poder criar que tiene esta especie pues, muchas casas de campo, palomares y graneros han acabado cayéndose y los que no, han tapado todos los accesos a cámaras de aire y desvanes. Atropellos, envenenamientos y colisiones, son lo habitual para con la lechuza.
En resumidas cuentas, esta ave nocturna está en serio peligro y, quizá por ser nocturna y verse poco o bien por no ser uno de los ases de la partida como el águila imperial Ibérica, la avutarda o el lince ibérico, no se le está prestando la atención que se merece.

Desde Explora Natura, llevamos ocho años inmersos en un proyecto de hacking para reforzar la especie en las Sierras Subbéticas (Córdoba-Andalucía). En total hemos conseguido liberar 47 lechuzas en este periodo, logrando que a día de hoy, se empiece a ver por las noches su blanca silueta iluminada por las luces de la ciudad, mientras vuela entre chimeneas y antenas.
En el año 2011 colocamos en las instalaciones de un colegio dos cajones/nido que albergarían las lechuzas jóvenes procedentes de los distintos CREAs. Lo hicimos a propósito en un centro escolar para intentar involucrar a los alumnos y conseguir llamar la atención de los más jóvenes hacia esta especie y mostrar su situación. Podemos estar contentos con esta parte del proyecto pues, son muchos los alumnos los que nos han acompañado a lo largo de estos ocho años para alimentarlas y han sido ellos, en clase de tecnología, los que han fabricado las 18 cajas-nido que se han repartido por la zona para que puedan tener lugares donde cobijarse.

Para este proyecto, hemos contado con la participación de voluntarios, el Ayuntamiento de Cabra, el Instituto de Educación Secundaria Alcalá Galiano, empresas y donaciones de particulares. Nosotros y las lechuzas siempre les estaremos agradecidos.
A lo largo de estos años, hemos recibido ejemplares de los CREAs de Cádiz (Dunas de San Antón-Puerto de Santa María), Huelva (Marismas del Odiel), Sevilla (San Gerónimo), Córdoba (Los Villares) y del Zoológico de Córdoba.  Un total de 47 lechuzas de diferentes edades han venido hasta las Sierras Subbéticas para reforzar la especie en la zona.

Pero, ¿en qué consiste el hacking?

Cuando un pollo de lechuza llega a un centro de recuperación de especies amenazadas (CREA), aún tiene la oportunidad de criarse como si estuviera en su propio nido o lo más parecido a ello. Este pollo será introducido junto a otros de la misma especie y de edad aproximada en un cajón dotado de una trampilla que durante la primera semana estará cerrada.

Transcurridos esos 7 días, la trampilla se abre para que las jóvenes aves se vayan familiarizando con el entorno, que dicho sea de paso, ha de ser de las mismas características del usado por la especie en libertad. En el caso de las lechuzas, puede estar en cualquier terraza de un edificio siempre que no tengan acceso los gatos (esto es muy importante).

Una vez introducidos en el cajón, las lechuzas ya no deben de tener contacto con los humanos, por lo que se usará un pequeño hueco para introducir el alimento. Cuando las lechuzas se encuentran fuertes y ágiles, comienzan a realizar los primeros vuelos, aunque, como harían en un nido salvaje, siguen volviendo a dormir al cajón donde tienen cobijo y no les falta alimento.
Cuando las lechuzas se emancipan y vemos que el alimento ya no es consumido, se da por concluido la temporada de hacking hasta el próximo año.

Esperemos que la Administración sea consciente del grave problema que tiene esta especie tan beneficiosa y se preocupe por facilitarle lugares donde anidar y controle con más rigor el uso de pesticidas en el campo.